domingo, 30 de octubre de 2011

La lengua pertenece a sus hablantes, la RAE se limita a constatar los cambios"


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Juan Gil Fernández

"La lengua pertenece a sus hablantes, la RAE se limita a constatar los cambios"

 
Fernando DÍAZ DE QUIJANO | Publicado el 29/10/2011

Este domingo ingresa en la Real Academia Española.

Juan Gil Fernández (Madrid, 1939) es la nueva "e" minúscula de la Real Academia Española. Este latinista, catedrático de Filología Latina en la Universidad de Sevilla durante 35 años, se sentará en el sillón que ocupó Miguel Delibes hasta su fallecimiento en marzo de 2010. Es especialista en latín medieval, en sus variantes visigoda y mozárabe. Ha publicado más de 300 investigaciones sobre el latín en sus etapas clásica, medieval y renacentista; una disciplina que goza de buena salud en España y que, según la describe este experto, puede ser cualquier cosa antes que una lengua muerta.

Pregunta.- ¿Qué siente al ocupar el sillón que dejó Delibes?
Respuesta.- Estoy abrumado por la responsabilidad, es un sillón irreemplazable.

P.- ¿Qué función va a desempeñar en la RAE?
R.- Todavía lo tiene que determinar la Academia. Supongo que será en algo que tenga que ver con el latín, con la etimología o el Diccionario Histórico… Yo soy el último en llegar y los últimos no eligen nunca.

P.- El Nuevo diccionario histórico de la lengua española lleva preparándose varios años. ¿Qué importancia tendrá?
R.- Todas las grandes lenguas tienen uno. El inglés tiene el Oxford, que es estupendo. Se puede consultar la primera aparición documentada de una palabra, qué autor la empleó primero, si la usó Shakespeare o Marlowe… Incluye desde las primeras manifestaciones de la lengua hasta la actualidad, es una empresa descomunal, gigantesca.

P.- ¿De qué va a hablar en su discurso de ingreso?
R.- Sobre El burlador de Sevilla, que es en cierto modo una deuda que tengo, habiendo vivido tanto tiempo en la capital andaluza y llamándome Juan. Era algo obligado, aunque tengo bastante poco que ver con el personaje de Don Juan.

P.- Su especialidad es el latín medieval, imagino que será bastante útil para la RAE por su cercanía a nuestra lengua.
R.- Desde luego. Es un campo que me apasiona. He editado textos mozárabes, cuya lengua era más parecida al gallego o al catalán que al castellano. No obstante, algunos escribían en latín. El latín medieval está además presente en muchos epitafios e inscripciones de la época.

P.- Desde fuera parece un campo muy específico. ¿Hay mucha gente dedicada a él?
R.- Sí. Hay una cantidad enorme de cultivadores, profesores, investigadores y revistas. Se han publicado más textos de latín medieval en los últimos 20 años que en los dos siglos anteriores. Y, en general, hay gente que sabe de campos muy diversos dentro del griego y del latín. La filología clásica está en un momento de esplendor.

P.- ¿Cuáles son los hitos más recientes en el estudio del latín?
R.- Por ejemplo, se han descubierto inscripciones importantísimas en bronces romanos y celtibéricos y se están haciendo muchas ediciones críticas de las crónicas medievales, algo que ya intentó el Centro de Estudios Históricos en la época de la República.

P.- ¿Y esos descubrimientos se quedan en el ámbito académico o son accesibles para el público general?
R.- En eso también se han hecho avances impresionantes. Antes había textos que para el profano eran un enigma; ahora, gracias a las ediciones bilingües, cualquiera puede leer crónicas medievales, como por ejemplo, la Historia compostelana, del siglo XII, que es muy divertida porque cuenta las intrigas de Diego Gelmírez hasta que consiguió ser nombrado arzobispo de Santiago.

P.- ¿La lengua era entonces más permeable que ahora?
R.- La lengua ha estado siempre en constante desarrollo. Igual que ahora tomamos palabras del inglés, entonces el castellano adoptó muchos arabismos.

P.- Con respecto a la ortodoxia de la lengua, ¿es usted conservador o favorable a los cambios?
R.- En la lengua no se es conservador ni progresista. Pertenece a sus hablantes, que son los que introducen los cambios. La RAE está obligada a constatarlos y fijarlos.

P.- Como latinista, ¿qué opina del poco peso que tiene esta lengua en la enseñanza obligatoria?
R.- Somos un país de excesos. Antes teníamos un bachillerato con siete cursos de latín, era como una pesada losa para los estudiantes, y ahora sucede todo lo contrario. El latín forma parte de nuestra cultura. Cuando uno se pasea por una catedral está llena de inscripciones en latín, y en los grandes monumentos se siguió empleando hasta el siglo XIX.

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