domingo, 23 de octubre de 2011

SER Historia: 'Madrid de los Austrias'

SER Historia: 'Madrid de los Austrias'

SER Historia / Nacho Ares, El Retrato, Ediciones B, Madrid 2011 23-10-2011

El Madrid de los Austrias deambulaba entre los peligrosos caminos de la sofisticación y la pobreza más absoluta. Al poco de llegar Felipe II y convertir la villa en capital, aún no había edificios de renombre ni lugares que destacaran por su celebridad
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  • Plano de Madrid de Teixeira 1656
    Plano de Madrid de Teixeira 1656-


    Martes, 23 de abril de 1585
    Algo había oído de la austeridad de las construcciones religiosas de la villa de Madrid, pero hasta que no cruzó el pórtico de la iglesia de Santa María, Marlowe no descubrió cuán triste era. Acostumbrados a las esbeltas arquerías y fachadas de la catedral de su Canterbury natal, sus ojos no alcanzaban a comprender que aquel pobre edificio pudiera considerarse el más importante de la capital de las Españas. Incluso las modestas construcciones de San Bene't y San Botolph, junto al Corpus Christi de Cambridge, parecían gigantes templos en comparación con este de Santa María.
    Sus habitantes se justificaban diciendo que había sido levantada sobre los restos de un antiguo santuario romano dedicado a Júpiter. Su conversión a la verdadera fe se debía a San Calocero, un discípulo del apóstol Santiago que a su paso por España fue dejando aquí y allá improntas de su piadosa huella. Pero ellos mismos sabían que tal afirmación, como aquella otra que defendía su antigüedad retrasándola a las invasiones de los bárbaros, no era más que una burda coletilla para defender lo indefendible, que Madrid no tenía una gran iglesia catedral digna de su calidad y virtud.
    No había más que dar una vuelta a su alrededor para descubrirlo.
    No lejos del pórtico de tres sencillos arcos que servía de entrada, abierto sobre la llamada calle de la Almudena, se levantaban al norte las casas de los duques de Pastrana, en una vía tan estrecha por donde apenas cabía un carro con dos mulas. En el lado contrario, en la llamada Puerta de Reyes, abierta a la plazuela de Santa María, estaba la entrada de los monarcas españoles, acceso más cómodo ya que su palacio se encontraba a poca distancia de esta portada real.
    Las capillas adosadas recientemente al edificio original, como la de los Vozmediano, eran, si cabe, más suntuosas que la propia iglesia. Fueron levantadas en buena piedra de sillería, más nobles en cualquier caso que los menesterosos lienzos de ladrillo que servían de paredes al templo.
    Observó con detalle todos estos aspectos en la arquitectura del edificio. Intentaba ver en él algunos de los aspectos que de memoria podía recordar de las iglesias inglesas. Y desde luego no había por dónde comparar.
    (...)
    Miró a las paredes y, al contrario de las iglesias de su país, las vidrieras y los grandes vanos brillaban por su ausencia, haciendo obligado, pues, el uso de las mencionadas lámparas que todo lo ennegrecían y ensuciaban.
    La fábrica de la supuesta catedral estaba formada por tres naves separadas por dos hileras de cinco columnas. Todo el conjunto miraba hacia oriente, es decir, la diestra según se entraba en el templo desde la calle de la Almudena.
    Justo frente a la puerta estaba el lugar en donde la documentación entregada por Faunt le decía que debía esperar.
    La capilla de Juan de Vozmediano, levantada junto a la torre de ladrillo que se alzaba sobre los tejados de Santa María, era uno de los pocos lugares que podrían salvarse de todo el lugar. Erigida en el lado del evangelio, menos austera en su construcción, su diseño y elegancia la convertían en noble enterramiento de los ricos personajes que allí descansaban. Las ventanas que cubrían su estructura ochavada casi daban más luz que el resto de candiles juntos de toda la iglesia.
    A aquella hora de la mañana, rondando el mediodía, no había oficios en el lugar. Era, pues, un sitio tranquilo y quieto.

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