Alonso Cano, pintor, escultor y arquitecto
Nació en Granada
hijo del ensamblador Miguel Cano y de María de Almansa y fue bautizado en la
parroquia de San Ildefonso (19-III-1601). Luego la familia (matrimonio, cuatro
hijos y dos hijas) se trasladó en 1614 a Sevilla. Allí Alonso ingresó como
aprendiz en el taller de Francisco Pacheco (17-VIII-1616), donde pudo conocer a
Diego Velázquez y Francisco Zurbarán, y todo parece indicar que la escultura la
aprendió de Juan Martínez Montañés, cuyo estilo y sentido clásico
impregnan su etapa sevillana.
El 26 enero 1625
casó con la viuda María de Figueroa, que murió dos años después. En 1631 (31
julio) contrajo nuevo matrimonio con María Magdalena de Uceda Pinto de León,
muchacha de 12 años de edad, sobrina del pintor Juan de Uceda
Castroverde.
En Sevilla queda abundante constancia
documental de su actividad profesional, especialmente en la ejecución de
retablos.
La Virgen de la Oliva tiene «el empaque y apostura de
una estatua clásica.»
Cuando en 1938 fue llamado a Madrid, deja una obra maestra,
la
Virgen de la Oliva del retablo mayor de Lebrija, grandiosa,
mayestática, con «el empaque y apostura de una estatua clásica» y una riqueza de
dicción y de movimientos que pronto se manifestarán en la corta y preciosa
producción de la etapa madrileña, visible en el encantador Niño Jesús con la
Cruz a cuestas de San Fermín de los Navarros (Madrid) o en el Crucifijo
de Lecároz (Navarra).
Virgen de la Oliva del retablo mayor de Lebrija, grandiosa,
mayestática, con «el empaque y apostura de una estatua clásica» y una riqueza de
dicción y de movimientos que pronto se manifestarán en la corta y preciosa
producción de la etapa madrileña, visible en el encantador Niño Jesús con la
Cruz a cuestas de San Fermín de los Navarros (Madrid) o en el Crucifijo
de Lecároz (Navarra).
En
1652 vuelve definitivamente a Granada donde es maestro de Pedro de Mena, hijo de
Alonso, realiza lo más valioso de su
obra y deja una impronta indeleble.
Alonso Cano es el creador de unas Inmaculadas menudas,
íntimas y melancólicas que incitan a la oración
Su estética, a través de un proceso de
estilización idealista, prolonga las formas del Renacimiento, por lo que sus
composiciones son cerradas, metidas en esquemas geométricos de perfil oval o de
huso. Su manera de plegar los paños en grandes masas de ritmo muy medido da a
las figuras un tono solemne, incluso en las de pequeño tamaño, como se advierte
en la maravillosa lnmaculadita (1652 y 1656) tallada para
remate del facistol del coro de la catedral, tan magníficamente grande en su
pequeñez, que no se puso allí, sino en la sacristía, para mejor deleite visual.
En su lugar, hizo Cano una tierna y sentidísima Virgen de Belén, también
pieza de antología que se guarda en el museo catedralicio.
De 1656 son las
cuatro grandes tallas del convento del Ángel Custodio (S. José, S.
Antonio de Padua, s. Pedro de Alcántara y S. Diego de
Alcalá), desbastadas por Mena, impresionantes en su colosalismo. Más canesca
y deliciosa es la estatua en mármol, para el mismo templo, del Ángel
Custodio, admirable de ritmo y de sentimiento.
En la Eva de la catedral resume su ideal de belleza
clásico
En su última etapa
de labor escultórica destacan de entre las abundantes cabezas, la de San Juan
de Dios (Museo de Granada), que tiene la sobriedad y energía de un retrato
romano, y, de entre los bustos, los de Ecce Horno y los colosales de
San Pablo y Adán y Eva en la catedral. Puede asegurarse que
esta pareja de prototipos humanos es lo más perfecto de lo tallado por el
granadino, que en sus postrimerías quiso dejar constancia de su ideal canónico.
La Eva, particularmente, asombra por su intemporal, inverosímil
belleza.
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