La batalla global por la paz que se libra en la isla
Jeju
Noam Chomsky*
La isla Jeju, 60 kilómetros al sudeste de las costas de Corea del
Sur, ha sido llamada el lugar más idílico del planeta. Esta isla volcánica de
706 millas cuadradas alberga tres sitios designados como Patrimonio Natural del
Mundo por la Unesco.
La historia de Jeju, sin embargo, dista de ser idílica. En 1948, dos años
antes del estallido de la guerra coreana, los isleños se unieron en un
levantamiento para protestar, entre otras cosas, por la división de la península
de Corea en norte y sur. El gobierno de Sudcorea, en ese entonces bajo la
ocupación de fuerzas militares estadunidenses, reprimió a los insurgentes de
Jeju.
La policía y fuerzas militares de Corea del Sur masacraron a los isleños y
destruyeron aldeas. John Merrill, historiador coreano, calcula que el saldo
fatal quizá haya superado las 30 mil muertes, aproximadamente 15 por ciento de
la población de la isla.
Décadas más tarde, una comisión gubernamental investigó el levantamiento en
Jeju. En 2005, Roh Moo-Hyun, entonces presidente de Corea del Sur, se disculpó
por las atrocidades cometidas y designó a Jeju como
Isla de la Paz Mundial.
Hoy en día, la isla Jeju se ve amenazada nuevamente por la militarización y
violencia conjunta de Estados Unidos y Corea del Sur: la construcción de una
base naval en lo que muchos consideran la costa más hermosa de Jeju.
Durante más de cuatro años, los residentes de la isla y activistas de la paz
han tomado parte en una resistencia decidida contra la base naval, poniendo en
peligro su vida y libertad.
Lo que está en juego es muy importante también para el mundo. En fecha
reciente el diario JoongAng, en Seúl, describió a la isla como
la punta de lanza de la línea de defensa del país, una línea imprudentemente localizada a 500 kilómetros de China.
En estas aguas turbulentas, la base de Jeju albergaría hasta 20 barcos de
guerra estadunidenses y sudcoreanos, entre ellos submarinos, portaviones y
destructores, varios de los cuales estarían equipados con el sistema de defensa
Aegis, de misiles balísticos.
Para Estados Unidos, el propósito de la base es proyectar fuerza hacia China
y proporcionar una instalación avanzada operacional en el caso de un conflicto
militar. Lo último que necesita el mundo es que China y Estados Unidos lleguen
al borde de un enfrentamiento.
La protesta que se lleva a cabo actualmente en Jeju cuenta como una lucha
crítica contra una guerra potencialmente destructora en Asia, y contra las
estructuras institucionales fuertemente arraigadas que están presionando al
mundo hacia cada vez más conflictos.
Como es de suponer, China ve la base como una amenaza a su seguridad
nacional. En el mejor de los casos, es probable que la base genere un
enfrentamiento y una carrera armamentista entre Corea del Sur y China, con
Estados Unidos casi inevitablemente involucrado. En caso de no impedir este
proyecto peligroso y destructivo, las consecuencias bien pueden extenderse más
allá de Asia.
No necesitamos especular sobre cómo reaccionaría Washington si China
decidiera establecer una base cerca de las costas de Estados Unidos.
La nueva base en Jeju está localizada en Gangjeong, una aldea agrícola y
pesquera que renuentemente se ha convertido en el escenario de una épica batalla
por la paz.
La resistencia es un movimiento popular que va bastante más allá del debate
sobre la militarización de la isla. Los derechos humanos, el medio ambiente y la
libertad de expresión también están en juego. Aunque pequeña y remota, Gangjeong
es un campo de batalla importante para todos aquellos que creen en la justicia
social en el mundo entero.
Corea del Sur inició la construcción de la base en enero, pero las protestas
hicieron suspender el trabajo en junio.
Un testigo personal informa que el movimiento de resistencia de los aldeanos
ha llevado a detenciones enfocadas contra los que filman, los blogueros,
clérigos, activistas en sitios sociales de la Red y, muy especialmente, los
líderes del movimiento.
El mes pasado, la policía antimotines dispersó un mitin no violento y arrestó
a más de tres docenas de activistas, entre ellos el alcalde de Gangjeon, el
líder de uno de los grupos de paz más eficaces en Corea, y a un cura
católico.
Los ideales básicos democráticos también están siendo amenazados. En la
votación de 2007 para autorizar la construcción de la base, 87 personas, algunas
de las cuales fueron sobornadas, decidieron el destino de una aldea de mil 900
habitantes y una isla de más de medio millón de personas.
Se dijo a los isleños que la base militar serviría también como un centro
turístico para cruceros —de hecho, que sería la única forma en que tales
cruceros podrían anclar cerca de la isla, rindiendo los consiguientes beneficios
comerciales. Esta aseveración difícilmente es creíble, si no por otra cosa
porque al mismo tiempo, en una playa diferente, un masivo proyecto de expansión
está en proceso y podría estar concluido para el verano de 2012. Ya se ha
anunciado que este nuevo puerto recibirá a los barcos crucero.
Los aldeanos de Gangjeon saben perfectamente bien lo que el futuro les depara
si su llamado por la paz no es escuchado: una gran corriente de sudcoreanos y
personal militar extranjero, armas avanzadas y un mundo de sufrimiento llevado a
una isla pequeña que ya ha soportado demasiado. La ironía es que las semillas
para un conflicto entre las superpotencias están siendo sembradas en una reserva
ecológica y una isla de paz.
* Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto de
Tecnología de Massachusetts, en Cambridge.
© 2011 Noam Chomsky
No hay comentarios:
Publicar un comentario