viernes, 14 de octubre de 2011

Edmundo López Bonilla: (30) LAS VERDADES DE PEROGRULLO



LAS VERDADES DE PEROGRULLO



Edmundo López Bonilla



Esta necia realidad que nos aqueja a quienes vivimos fuera de la dorada burbuja del poder y del dinero; y que, además, parece  encerrase cada vez en sí misma, crearse un blindaje que la aleja cada día más del clamor de los damnificados por su juego de intereses, me hizo pensar la semana pasada que era inútil pergeñar las reflexiones que me acucian el ánimo, por la repetición de los hechos cotidianos, la indiferencia de las cúpulas del poder político y la dureza, la mezquindad de los grandes dueños del dinero. Además, consideré que si alguien se toma la molestia de leer lo que escribo, llegará a pensar que soy como el burro de la noria.

Sin embargo, los hechos se dan con toda su crudeza, su desfachatez, y considero que dejarse llevar pasivamente raya en la molicie llana, que a mi juicio es sinónimo de dejadez, que es precisamente, lo que “ellos” quieren: 7,000.000 millones de alienados por los problemas económicos, la incertidumbre y el miedo que de vez en cuando se torna en brotes de lucidez, hace a un lado la enajenación futbolera y se desborda en genuina indignación.

Pero “los indignados” dejaron de ser patrimonio de España, porque las causas de su enojo son las mismas en la Patria de Lorca, que en Grecia, Israel, Nueva York y la Unión Americana, que en Chile, Honduras, Colombia, el continente africano con  el añadido de los brotes insurgentes, que en Libia, por ejemplo, evolucionó a una guerra planeada, apoyada por los antiguos compinches europeos del “nuevo perro rabioso”.

A estas manifestaciones de repudio al sistema económico, se han unido las manifestaciones  en defensa  de la  vida. Un amplio sector de la población de México tiene bastantes motivos para propugnar por el respeto a la vida humana. Muestra de este vehemente deseo, son las  dos marchas impulsadas por Javier Sicilia y la secuela de testimonios de quienes sufren por la muerte o la desaparición del esposo, el hijo, el hermano o el amigo.

En otra vertiente de esta lucha, el día de 10 octubre, “Amnistía Internacional (AI), desde la  ciudad de Londres, abogó hoy por la liberación de los más de 17 mil 800 condenados en el mundo a la pena capital, en el contexto del Día Mundial contra la Pena de Muerte, en el que honró a Troy Davis, el más reciente reo ejecutado en Estados Unidos. En una declaración y un video difundidos en su página de Internet, Amnistía Internacional recordó la lucha social que se realizó en Estados Unidos y en el mundo para detener la ejecución de Troy Davis, muerto el 21 de septiembre pasado por inyección letal. (…) El afroestadunidense fue condenado y ejecutado por el asesinato del policía Mark MacPhail en Georgia, en 1989, 40 minutos después que la Corte Suprema rechazó un recurso in extremis para impedir la ejecución.(…) La muerte de Davis reavivó el debate sobre la pena capital en Estados Unidos, no sólo porque el acusado siempre se declaró inocente, sino porque fue visto como el clásico caso del negro condenado injustamente por la muerte de un blanco”. Periódico La Jornada 11 de octubre de 2001.

Desde el año 2002 (13 de mayo), se creó en la  ciudad de Roma, la Coalición Mundial contra la pena de muerte, como resultado de la Declaración del Primer Congreso Mundial contra la pena  de muerte, organizado por “I’ Ensamble contre la peine de mort”. (ECPM), organizado en junio de 2001, en Estrasburgo, Francia.

La pena de muerte, es quizá tan antigua como la edad de la civilización. En principio es el recurso extremo que el Estado usa como disuasivo del delito. En la historia de este “delito legal”, los motivos para su aplicación han tenido antecedentes discutibles, por ejemplo, las ejecuciones por motivos religiosos o políticos. Si bien cualquier persona puede recurrir al cobro de agravios por su propia cuenta, el recurso de quitar la vida como castigo, está íntimamente ligado al poder del Estado, o de entes paralelos: el Medievo y buena parte del Renacimiento, tuvieron la Santa Inquisición.

Tribunal eclesiástico establecido para inquirir y castigar los delitos  contra la fe. Se fundó en 1231 a instancias del papa Gregorio IX y la encomendó a los monjes dominicos, en sus inicios actuó en el sur de Francia, pasó a Italia y más adelante a España, de donde se extendió a América en la época de los Reyes Católicos: Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. El papa Inocencio IV, en 1252 autorizó el uso de la tortura cuando se dudara de la veracidad de la declaración de los acusados; práctica que se extendió en la mayoría de los casos. Los juzgados y castigados, sufrían desde la pérdida de sus bienes, hasta la muerte en la hoguera. En la Nueva España existió desde 1552 y se estableció formalmente en 1571. En los 296 años de su existencia fueron ejecutadas 43 personas: 17 en el siglo XVI, 25 en el siglo XVII. Los Insurgentes más notables en la guerra de Independencia en México, fueron juzgados y condenados por el Tribunal del Santo Oficio. El 10 de junio de 1820 se clausuró definitivamente en México, dicho Tribunal.

Los regímenes totalitarios y democráticos que entre sus leyes conservan la vigencia de  este recurso, buscan el aval de los tribunales que sancionan la legalidad de estos procesos, y se espera que los jueces sean probos para que de sus dictámenes no queden dudas: situación que no se dio con el recientemente ajusticiado Troy Davis, y que motivó la declaración de amnistía Internacional e incluso la movilización en muchas partes del mundo, a favor de la conmutación de la pena.

En los alegatos en pro y en contra de la aplicación de esta pena, se dan argumentos basados en la observación, que hacen ver la inutilidad de llegar al recurso extremo, porque las ejecuciones se dan y los asesinatos —motivo principal para la punición— siguen cometiéndose y el garrote vil, los fusilamientos, la guillotina, la silla eléctrica o las inyecciones letales, parecen no importar en el momento del arrebato de quien mata sin premeditación y sin ventaja. Aun, en la otra manifestación: quienes lo hacen con la premeditación, la alevosía, la ventaja, si son probamente juzgados, aducen los propositores de la abolición de este castigo, merecen la cadena perpetua.

Quizá quienes instituyeron esa pena capital, estuvieron poseídos de una santa indignación y pensaron que el infractor sufriría horriblemente al tener conciencia del día y la hora de su muerte. Pero, ¿quién puede desentrañar el pensamiento ajeno? ¿Quién puede asegurar que un hombre recluido en prisión perpetua, en efecto se arrepienta y sufra la angustia de esperar la muerte natural que será su liberadora? ¿Y si  el juicio no fue lo impoluto que debió ser, el condenado llegará a la conformidad ante la injusticia?

Como quiera que sea, el movimiento que no solamente busca la conmutación 17 mil 800 condenados en el mundo a la pena capital, sino la anulación de ese castigo, recorre la faz de la tierra. El logro de la anulación dejaría con vida a una considerable cantidad de sentenciados, que por vicio, mala fe o discriminación fueron sentenciados injustamente.

En cuanto a la detención de la violencia en nuestro país, recurro a los engranajes del tiempo con un ejemplo de nuestra vieja historia: Quetzalcóatl, el bueno, desde su morada de Tula enseñó a los toltecas las artes y desterró la costumbre ancestral de los sacrificios humanos. Sus enemigos le tendieron la trampa que lo perdería, abandonó Tula e inició la peregrinación hacia el oriente para finalmente, perderse en el mar, siguiendo el rojo incendio del sol naciente. Mucho tiempo después, en el valle de México, los aztecas, cansados de pagar tributos hicieron la guerra contra los de Azcapotzalco liderados por Tlacaélel. Ganada esa guerra, el héroe Tlacaélel se dedicó al engrandecimiento del país azteca hasta convertirlo en el gran imperio que registra la historia. Impuso al pueblo la adoración al dios Sol-Huitzilopochtli, la vocación guerrera y reintrodujo el rito de los sacrificios humanos olvidados desde el tiempo de Quetzalcóatl y propició las odiadas guerras floridas donde se capturaban esclavos de otros pueblos para ofrecerlos en sacrificio al dios Sol-Huitzilopochtli.

Mas, Nezahualcóyotl, rey de Texcoco, a pasar de haber participado en la guerra contra los tepanecas de Azcapotzalco, no era partidario de los sacrificios, como tampoco lo eran  Tacayehuatzin y Ayocuan señores de Huexotzinco, Tochihuitzin de Tlatelolco y Totoquiahuatzin de Tacuba.

Según Miguel León Portilla en “Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares” “Hacia 1490, el señor Tecayehuatzin, rey de Huexotzinco, organizó en su palacio un diálogo de poetas y sabios para tratar de esclarecer qué cosa era la poesía”.

La lectura de los poemas registrados en el libro, sugieren la incomodidad que raya en la  desesperanza por la comprobación de que sus pueblos beneficiados por el trabajo y las artes, no alcanzan la satisfacción plena porque están sometidos a los designios guerreros de los aztecas y la sed de sangre de su dios Sol-Huitzilopochtli.

Y ellos adoradores del dios Dador de la vida, se sienten indefensos y proclaman que “el hombre es para el Dador de la  vida un objeto de diversión y de burla”.

Así era el desencanto ante la fuerza del militarismo sediento de sangre, que un malhadado día impuso el gran Tlatoani. 





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Hace un año, hacía yo por este medio, el siguiente comentario con don Juan Antonio Nemi Dib, amigo a quien respeto y admiro:

“Aun descontando el manejo mediático que se hizo del caso de los mineros chilenos atrapados en una mina, su rescate y su posible conflicto con la fama, siento una inmensa alegría porque todos ellos hayan sido liberados de esa horrenda cárcel, donde si la suerte no hubiera cooperado con muchas voluntades que se movieron sobre el suelo que los  cubría, y apelaron a recursos técnicos y medidas de salvamento hasta  entonces inéditas, habría ido muriendo poco a poco, entre inenarrables conflictos que por fuerza se hubieran dado entre esos hombres enfrentados a condición tan extrema.

“No recuerdo la fecha del primer contacto con los mineros atrapados, pero sí recuerdo la imagen de don Sebastián Piñera jubiloso porque el mensaje decía que todos estaban vivos y en buen estado. Un poco después supimos que el presidente había instruido a los funcionarios de su gabinete que les correspondiera  el caso, de entablar demanda contra los usufructuarios de la mina San José, por la apertura y operación clandestina del yacimiento que había sido clausurado porque no prestaba condiciones de seguridad. El día 13, unos instantes después del retorno a la vida de Florencio Ávalos, luego de terminar el abrazo con que recibió al primer rescatado, el presidente de Chile, Sebastián Piñera hizo un breve discurso congratulándose por el éxito, mas para mí, dijo dos cosas de mucha trascendencia: primero, que tenía un profundo respeto por la vida humana y segundo: que aquilataba el valor del trabajo y respetaba a los trabajadores”.

Hace un año la popularidad del presidente chileno era arrolladora en todo el mundo. Hoy, se dice que más del setenta y pico de habitantes de ese país austral, desaprueba la gestión de don Sebastián Piñera. Esto es debido a su obcecación, a su radicalismo derechista, que no ha vacilado en la aplicación de los lineamientos neoliberales, ni en descargar la fuerza del Estado contra los inconformes. ¡Gracias a Dios que hasta ahora, sólo se habla de un adolescente muerto! Pero menudean los encarcelados, golpeados, gaseados, empapados con carros tanque que disparan agua a gran presión. Tampoco sabemos si a estas alturas la inconformidad ha evolucionado a indignación.



14 de octubre de 2011

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