sábado, 1 de octubre de 2011

Edmundo López Bonilla: (28) LAS VERDADES DE PEROGRULLO

THE LEOPARD - 1963 - Luchino Visconti 

LAS VERDADES DE PEROGRULLO



Edmundo López Bonilla



Lampedusa es una isla italiana, situada a 200 kilómetros al suroeste de Sicilia, sólo mide 20 kilómetros cuadrados y actualmente está habitada por cinco mil personas. A mediados de los años 60, se conoció en México la película “El gatopardo” dirigida por Luchino Visconti y en la representación del papel del príncipe de Salina, a Burt Lancaster. Muchos años después, llegaría a mi conocimiento que aquella película estuvo basada en la novela del mismo nombre y que fue escrita por Guisepe Tomasi, Duque de Palma y Príncipe de Lampedusa, (Palermo, 1986-Roma, 1957), que en 1958 ganaría fama póstuma en el mundo de las letras por la novela que dio pie a la celebrada película.

El tema central de la novela y por ende, de la película es la revolución donde Guiseppe Garibaldi trataba de lograr la unidad italiana y el príncipe sufre la incomodidad de saber que su sobrino comulga con las ideas revolucionarias; pero el muchacho convence fácilmente a su protector con el argumento de que deben ser “ellos” quienes logren el cambio para que nada cambie. Razonamiento que propició la aparición del término “gatopardismo” que engloba y justifica el actuar político de los altos círculos de poder. 

La pequeña isla italiana cobra fama mundial nuevamente, porque esta situada a medio camino entre el norte de África y Sicilia, ésta última sólo está separada del continente europeo por el Estrecho de Mesina. Por esa situación geográfica, la pequeña Lampedusa, materialmente ha sido invadida por inmigrantes africanos en su peregrinar en busca de las costas europeas.

La información, recabada del periódico La Jornada del 22 de septiembre, avisa de la tensión que se genera entre la ola de inmigrantes y los habitantes de la isla. “Lampedusa, (está) situada a mitad de camino entre Sicilia y el continente africano, ha sido el punto de entrada a Europa de cientos de pequeñas embarcaciones a menudo sobrecargadas de personas procedentes de Túnez y Libia”. La  situación evolucionó a la violencia porque: “algunos inmigrantes prendieron fuego a un centro de detención en la isla como protesta por los planes de repatriación forzosa”. (…) “Los inmigrantes que llegan a Lampedusa permanecen en centros de recepción antes de ser trasladados al continente, desde donde muchos intentan llegar a otros países europeos, como Francia. Otros han sido enviados de vuelta contra su voluntad. (…) Los residentes llevan meses ofreciendo comida e incluso cobijo a los miles de inmigrantes acampados en la isla”. Sin embargo, las autoridades de la isla —al fin autoridades, tienen otro modo de pensar y de actuar—. “La situación es trágica. Estamos cansados de ser explotados por este gobierno, dijo el alcalde Bernardo de Rubeis a la cadena SkyTG24, añadiendo que la isla ha recibido a más de 55 mil inmigrantes desde principios de año. (…) Nos enfrentamos a mil 500 delincuentes que (...) han puesto en peligro las vidas de nuestros ciudadanos y de la policía (...) Pedimos (al Gobierno italiano) que vacíe la isla de inmediato y no aceptaremos a un sólo inmigrante más, afirmó”.

No ha de faltar lector, entre los dos o tres que tengo, que exclame: ¡Otra vez la burra al trigo! ¡Los inmigrantes y los motivos que los convierten en entes sin patria, apestados en donde se paren, mendigos no sólo de pan, sino de comprensión!

Al sur de Italia llegan inmigrantes de Túnez, país democrático, que al  contrario de la desolación que nos evoca, tiene agricultura, ganadería, minas, que produce electricidad, petróleo y productos petrolíferos, gas natural, que tienen industria manufacturera  y su población urbana es un poco mayor que la rural, pero que en balanza económica pesan más la importaciones y por las razones que sea produce inmigrantes.

Al sur de Italia llegan inmigrantes de Libia, país más  extenso y rico que su vecino, pero agobiado por la guerra para expulsar al hombre fuerte que mantuvo por años relaciones comerciales con la Comunidad Económica Europea, y se dice que mantuvo un férreo control sobre el flujo de la inmigración del norte del  continente africano hacia las costas europeas,  pero en quien, sorpresivamente, sus socios descubrieron a un tirano, convulsión que produce en estos momentos abundantes inmigrantes, principalmente expulsados por la guerra.

Y son los problemas de África, sus guerras; la hambruna; la explotación por unos cuantos de las riquezas de ese continente, que a pesar de todo permanecen en el subdesarrollo con su cauda de miserias que agrede, los que empujan enormes masas humanas a arrostrar los riesgos de la migración hacia Europa. Son los problemas de Centro América, de todo el Caribe y de México los que impulsan oleadas, incesantes como las mareas marinas de gente hacia los Estados Unidos de Norteamérica, con el agregado de asiáticos y vaya usted a saber de cuántas nacionalidades más.

En los albores de la humanidad el hombre cazador, migró siguiendo a las migraciones de animales y así nuestra especie fue dispersándose por la tierra. Paulatinamente, el hombre aprendió la domesticación de plantas y animales; la agricultura que propició el establecimiento permanente que rompió los azares del eterno caminar. En algún momento de este proceso surgió el afán de pertenencia y el más fuerte fue nombrando como suya la tierra y haciendo siervos a los más débiles e imponiéndoles leyes.  

Débiles y poderosos. Leyes políticas y económicas. En principio se entienden bien— cuando los delitos son debidamente comprobados— las leyes que castigan el despojo, el engaño, el asesinato. Cuesta mucho trabajo entender cuando eso mismos delitos son perpetrados por los poderosos políticos o civiles: el despojo de tierras de las grandes corporaciones industriales, disfrazado con el eufemismo: concesión.

No se entiende que por el sostenimiento de la concesión se rompa con el estilo y las costumbres de los pueblos, que se corte su sostenimiento y se haga parias a los pobladores, parias sobre su misma tierra, y, parias… tengan que inmigrar.

No se entiende que por el sostenimiento de esos privilegios se llegue a inculpar de delitos ficticios o al mismo asesinato. No se entiende que por los intereses de las grandes trasnacionales productoras de granos, se desmantele el aparato agropecuario de los países débiles y los campesinos dejen de serlo, para ingresar al gremio de los desocupados que por desesperación se hacen inmigrantes.

No se entiende el discurso ambientalista de los gobiernos que permiten a grupos poderosos la tala ilegal e inmoderada, y castiga a los campesinos que se oponen a la destrucción del bosque, que no solamente capta enormes cantidades de bióxido de carbono, sino es generador de oxígeno, que es sustento de muchas familias, y al acabarse los árboles, quienes vivieron en él y de él, se conviertan en parias, y, parias… tengan que inmigrar.

¡Y cuántas cosas no se entienden en medio de tanta injusticia!

“Para corregir esos contrasentidos se han hecho las revoluciones. Recuerda nuestra gloriosa Revolución; la de Octubre en Rusia”. —Me susurra Perogrullo.

El razonamiento causa escozor en mi ánimo. Pero aun aceptando. No puedo dejar de pensar que Guisepe Tomasi de Lampedusa analizó bien la esencia del hombre y del poder, antes de poner en labios de Tancredi, el sobrino del orgulloso, y en la práctica dueño de Lampedusa, amo de la Casa de los Salina que ostentaba el azul escudo del Gatopardo: “Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie.¿Me explico”     



* * * * *



Mientras tanto, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, en pleno de la Asamblea de las Naciones Unidas, recrimina a todos los países miembros, porque su preocupación por la economía les ha hecho olvidar los problemas del cambio climático.

Creo que le asiste la razón. Pero también creo que don Felipe de Jesús, y en referencia a los asuntos domésticos, por darle preeminencia a otros problemas, ha olvidado una las promesas torales de su lejana campaña electoral: ser “el presidente del empleo”, y eso, entre otros factores, es la causa del agravamiento de la expulsión de conciudadanos que buscan en otras tierras, no el bienestar, sino “pasarla”: palabra que denota la resignación ante lo irresoluble.

Y eso… es trágico.

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