sábado, 1 de octubre de 2011

Edmundo López Bonilla: (29) LAS VERDADES DE PEROGRULLO


Encuentro Orizaba orquesta infantil y juvenil

 
LAS VERDADES DE PEROGRULLO

Edmundo López Bonilla

Hoy, gracias a Dios, sin querer evadir la realidad, voy a contar a usted de dos experiencias brindadas por la música, que no solamente fueron solaz, sino llegaron a lo lúdico por la degustación de los recuerdos.

“En la colonia Barrio Nuevo no había drenaje; en las casas, al fondo del solar estaba la fosa séptica y el retrete. El nuestro estaba formado por un cuartito de madera asentado sobre una plataforma de tablas gruesas de donde emergía un cubo hecho también de madera con un agujero apropiado para sentarse, de dicho agujero y de las hendeduras de la plataforma brotaban infinidad de mosquitas de color ceniciento. Hasta allá, —a menos que una enfermedad grave lo impidiera— debía uno ir a desahogar las necesidades, fuera de día o de noche, hiciera buen tiempo, lloviera o tronara. De esos lugares aislados, hágase lo que se haga, emanarán olores desagradables, definidos. Esa sería otra característica de aquellos tiempos.

“Hay una ligazón extraña de ciertos sucesos. Por estar al fondo del terreno, desde el “inodoro” se oían los ruidos de las casas colindantes y si se ponía atención, uno se enteraba de lo que pasaba del otro lado de las cercas, bueno o malo, chusco o trágico, con todos los detalles y a veces por el tono alto o exaltado se conocían los nombres de las personas, aun sus virtudes y debilidades.

“Durante la semana sólo teníamos luz eléctrica desde las seis de la tarde y hasta antes de las seis de la mañana. Los sábados, después del medio día sonaba el silbatazo de la fábrica, y esa era la señal para que “llegara la luz”; desde esa hora y hasta el lunes al amanecer, se disfrutaba de la luz eléctrica. Los sábados y únicamente ese día, después de que llegaba la corriente, en alguna casa encendían un radio, o ponían a funcionar una victrola, nunca  supe qué aparato era: de lo que haya sido, la música fluía y siempre era la misma a esa hora. Una apasionada voz de mujer, acompañada por la música, cantaba algo como un ruego. El sonido traía los acordes de la orquesta y los giros y modulaciones de la endecha, la canción desconocida y la pasión de la cantante despertaba en mí una honda emoción. Nunca percibí qué decía la mujer con su canto; era sólo el prodigio de la voz lo que me mantenía atento; yo era un chiquillo y no sabía nada de enamoramientos ni de los arrebatos de la pasión, aun así intuía que algo muy profundo se expresaba de aquella manera. Es claro que yo no sabía que quien cantaba era soprano.

“Tuvieron que pasar muchos años para que al fin yo supiera que “eso”, era cantado precisamente por una soprano, y es el aria “Suavemente despierta mi corazón” de la ópera “Sansón y Dalila” de Camilo Saint Saens”.

Esos son recuerdos de hace más de 65 años. El domingo 25, de este mes, en el hermoso patio de la casona colonial que alberga al Archivo Municipal de Orizaba, Camilo Saint Saens; la  danza “Bacanal” de la misma ópera “Sansón y Dalila” y los integrantes del Ensamble de Cámara Juvenil de Orizaba que dirige el maestro Alexandr Labza, me hicieron vibrar de emoción con el vértigo de esa danza que me hace evocar con su remolino sonoro, el desbordamiento pasional de las tribus filisteas; y el sólo nombre de  los personajes, como en un cuadro animado por la música, revive la leyenda donde la fuerza sucumbió ante la astucia. Vivencia diametralmente opuesta, pero tan perturbadora, como la sentida en algunos sábados de mi infancia.

  En el radiante mediodía el grupo de niños y jóvenes recrearon para una audiencia que colmó los pasillos de la casona, la música de los compositores que en lo general se conoce como clásica, música popular mexicana, tango moderno y los novísimos arreglos musicales para la última película “Piratas del Caribe”.

La mayoría de los niños, jóvenes y gente adulta, están seguros que si escuchan el tipo de música que tocan las grandes orquestas, se aburren hasta el cansancio y… se duermen. Pero no se han dado cuenta de cuánta música de ese tipo escuchan mientras están mirando una película. El cine como la televisión, sin la música, se reduce al mundo de todos los días. La situación cambia cuando los trémolos de la sección cuerdas va acentuando el misterio, o los metales estallan como exaltación del clímax; mientras tanto a lo largo de la película, las emociones son mecidas o sacudidas por la música compuesta especialmente para esa cinta o tomada del acervo universal. Y la ejecución del arreglo musical de “Piratas del Caribe” muestra una amplia gama donde el misterio, el fragor del abordaje, la lucha, el navegar son recreados por medio del decir de la música.

Y oímos a Piotr Ilich Chaikovski con su música delicada, que al menos a este escribidor, siempre le sugiere mundos infantiles, bosques mágicos; a Astor Piazzolla y su moderno “Libertango” que a pesar de la novedad de su propuesta sigue siendo música para bailar, aunque en estas latitudes, esa expresión se vea limitada a círculos selectos; También escuchamos música mexicana, acompañada por un cuarteto: violines, contrabajo y acordeón, la soprano Aminta Lázaro López, cantó “Farolito”, “Te quiero dijiste” y “México lindo y querido”. Para finalizar esta fiesta: los imprescindibles encores porque fueron dos: Libertango y Piratas del Caribe. Fiesta para los  ejecutantes, fiesta para el público convocado por el Ensamble de Cámara Juvenil de Orizaba.

La asociación civil Cultura Musical Orizaba es presidida por el maestro Alexandr Labza, músico nacido en Pavlograd, Ucranía, que  escogió a la región de Orizaba como residencia, y fundó en 1995 la Academia de Música Beethoven, donde se imparten clases de violín, piano, acordeón, teclados, canto y guitarra. En 2002 con la integración del Ensamble de Cámara Juvenil de Orizaba se convirtió en el director titular de la citada orquesta, grupo que se integra por estudiantes que en unión de su director, muestran que se aprende haciendo.

Por la tarde, otra evocación de la infancia. En esa época, algunos sábados, unos sonidos bajos concertados rítmicamente, acaso con el compás de la rumba, hacían a las personas asomarse a la puerta. ¿Qué cantaba el hombre que se hacía acompañar de aquella cosa? Lo he olvidado. Pero mi admiración era por el  extraño instrumento: solamente un cajón con un agujero redondo en uno de sus costados y cuatro o cinco flejes de acero curvado, atornillados frente a esa boca que absorbía los profundos sonidos, para devolverlos al aire con su resonancia profunda. Y el músico cantante, sobre ese improvisado asiento hacía tañer las delgadas hojas de metal, y su rudimentaria música se expandía, penetrando en las casas y convidando la sabrosura tropical de su ritmo. Como antes, tuvieron que pasar muchos años para saber  que aquella cosa tenía un nombre: marimbol.

Al restaurante de los amigos Gálvez, llegó el conjunto “Yohualy” que integran la hermosa Patricia, Héctor, Daniel, Jorge e Isaac y con jaranas, requinto, tarima, quijada y marimbol, se dieron a alegrarnos la tarde con la música y los cantos del son jarocho.

Acostumbrado a oír que la vozarrona, o la leona, hacen el juego sonoro del bajo, fue sorpresivo escuchar el profundo resonar del marimbol llevando esa otra melodía que a mi juicio marca el tiempo del zapateado. Y desde el tañido inicial que marca el inicio de la fiesta sonora, mi imaginación viajó hasta algún sábado, y revivió el dormido recuerdo del hombre que cargando su cajón con flejes, regaba un poco de alegría en la  colonia Barrio Nuevo de mi infancia.

En la vieja historia náhuatl, nos dice don Miguel León Portilla, en “Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares” “…los sabios escucharon la palabra de su dios (…). Su dios dio la orden de marcharse. Al irse, iban a llevarse consigo las antiguas tradiciones, el arte de la tinta negra y roja que servía para hacer sus pinturas…” Todos sabemos que por medio pinturas y glifos, aquellos hombres asentaron su historia. “…La vieja relación indígena presenta entonces el cuadro verdaderamente dramático de la reacción de quienes quedaban en Tamoanchan, privado ya de su antigua sabiduría. La profunda estimación náhuatl, no ya sólo por la historia y la tradición, sino por lo que hoy llamamos cultura…” (…) “Pero por verdadera fortuna, en medio de la confusión reinante, descubrieron quienes allí habían quedado que al menos estaban con ellos cuatro viejos sabios que no quisieron marcharse. Sus nombres eran Tlaltetecuin, Xochicahuaca, Oxomoco y Cipactonal. Tal vez a instancias del pueblo, los cuatro viejos se reunieron y después de largo deliberar, lograron redescubrir la antigua sabiduría, la antigua forma de preservar el recuerdo de su pasado (…).” “Tal  es la relación, pintura dramática de los empeños de un pueblo por no perder la memoria de su pasado”.  

   Rescatar el pasado para vivir con certeza el presente. Si bien aceptamos que el son jarocho nació de la fusión de ritmos y cantos españoles, y ritmos y cantos de origen africano, amalgamados con formas indígenas de manifestarse, por lo tanto no es tan antiguo, y que en nuestro país su manifestación es limitada; también debemos ser conscientes de que es una tradición que  está siendo sepultada por el alud de música extranjera que nada dice a nuestras raíces.

Las personas que forman e integran conjuntos para la difusión de esa música, quizá sin más estímulo que su entusiasmo, están haciendo un trabajo bello. Un rescate. Que se dice fácil.

Hoy cualquier politicote, político, o politiquito, se adorna repitiendo a troche moche, lo necesario, lo beneficioso que resultaría para el país el mejoramiento educativo de la niñez y la juventud —la educación musical paralela a la educación básica es invaluable, lo es también la enseñanza de las artes escénicas; el dibujo y la pintura; la danza; el acercamiento a la literatura: en suma y aunque sea redundante: el ejercicio de las artes—. Pero, aparentemente, los integrantes de toda esa fauna, o no saben cómo hacer efectiva esa propuesta, o su mezquindad, su molde, les nubla el entendimiento.

Sin embargo, ahí dejo dos ejemplos —entre muchos— de cómo se puede llevar a la práctica el modo alterno de la educación



29-30 de septiembre de 2011

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