Gabriel Vargas Lozano
Mucho se ha escrito sobre el maestro Sánchez
Vázquez y mucho se escribirá en el futuro. Tuve el privilegio de mantener una
larga relación con él y su pérdida deja para la filosofía y para el marxismo
crítico un gran vacío. Es por ello que vale la pena preguntarnos sobre su
legado. Un primer aspecto fue su posición de luchador antifascista. Lo fue en la
España de la Guerra civil con las armas y la poesía en la mano, y lo fue
posteriormente con la razón crítica, al sostenerla en cada coyuntura de la
historia que le tocó vivir. El segundo legado fue el rigor teórico. Ese rigor
que le enseñaron sus maestros, José Gaos, Wenceslao Roces, Eli de Gortari, Juan
David García Bacca y otros. Allí están los libros Economía y filosofía en el
joven Marx y Ciencia y revolución. El marxismo de
Althusser para probarlo, pero también sus profundos ensayos sobre “la
enajenación” y “la esencia humana en Marx” entre otros. Pero al rigor hay que
sumarle la creatividad y la originalidad. A mi juicio, Filosofía de la
praxis es un aporte universal a la filosofía y al marxismo
insuficientemente reconocido, no sólo por haber desentrañado el significado de
la filosofía para el autor de El Capital, sino también por haber
iniciado una corriente de pensamiento con rasgos propios e inéditos que buscó
desentrañar las consecuencias de su revolución teórico-práctica para la
actualidad. Pero además, Sánchez Vázquez se anticipó, o como dicen los
dirigentes de la Sociedad Cubana de Filosofía, quienes me enviaron una carta
para transmitirla a sus colegas mexicanos: “supo ver más lejos”. En efecto, ya
desde 1971, anticipó un nuevo concepto de utopía en el importante coloquio
celebrado en la UNAM bajo el nombre de Crítica de la
utopía, y en el que también participaron filósofos de la talla de Kolakowsky,
Morin, Colletti, Garaudy o Marcuse. Me refiero al texto “Del socialismo
científico al socialismo utópico.” Pero en donde “supo ver todavía más lejos”
fue en su análisis del llamado “socialismo real”, del cual dijo ya en 1985 que
aquellos regímenes “no eran ni capitalistas ni socialistas sino una transición
bloqueada al socialismo por la burocracia”, conclusión que causó cierta
conmoción. Como sabemos, cuatro años después sobrevino el derrumbe de los
regímenes de Europa del este y la urss y también el derrumbe moral de muchos.
Sin embargo, frente a ellos, Sánchez Vázquez reivindicó un auténtico socialismo
vinculado estrechamente a una democracia verdadera. El pensamiento de Sánchez
Vázquez y de otros marxistas creativos como Lukács, Bloch, Brecht, Cerroni,
Della Volpe y otros que no sucumbieron ante los golpes del mal llamado “fin de
la historia”, sino al contrario, se engrandecieron por su aportación a la
cultura humana. Y aquí encontramos un aspecto esencial de su legado: su
capacidad de crítica y autocrítica. De ómnibus dubitandum, decía Marx.
En efecto, influido primero por el estalinismo, profundizó en el clásico y, a la
luz de dos acontecimientos de diverso tipo como el Informe secreto de Jrushov,
que derribó al mito de Stalin y el triunfo de la Revolución cubana como un
socialismo que vino del trópico, demostró con libros como Las idea estéticas
de Marx o su Antología de estética y marxismo, que la concepción
oficial del realismo socialista era muy pobre; que era necesario avanzar en la
ética (desde su Ética, libro escrito pensando en la juventud del ’68
hasta llegar a su Ética y política, libro esclarecedor sobre esta
relación en tiempos de desorientación y pragmatismo de la izquierda) y
finalmente, mostró que era equivocada la concepción del dia mat,
redefiniendo al marxismo como una filosofía de la praxis. Se podrían
agregar muchos aspectos más de su legado: la generosidad que tuvo para sus
colegas y alumnos; sus reflexiones filosóficas sobre el exilio; su interés por
la crítica literaria (de Emilio Prados a Juan Rejano, y de Sor Juana hasta
Revueltas y Octavio Paz) y finalmente su producción poética. Tantos años, tantos
acontecimientos, tantas ideas difíciles de expresar en una cuantas líneas, pero
me detengo aquí. Una evaluación global de su aportación nos permitiría decir que
nos acaba de dejar el más grande filósofo marxista hispanoamericano.

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